Uno a uno y todo en uno
Este post es la segunda parte de un relato a 160 dedos. Para ver la primera parte pinche acá
Después del segundo cigarrillo del día, la punta de sus dedos ya no le parecía tan amarillenta como lo había apreciado esa mañana. La sensación a lengua pastosa, el olor a material quemado y el ligero mareo se había diluido en un intenso embote que amenazaba con tumbarlo a cada paso que daba. Por eso descansar a la sombra de ese árbol era lo único que podía hacer sin sentir que iba a desfallecer.
La idea de sentirse como si una gran cantidad de seres imaginarios estuvieran jugando rayuela con él lo perturbaba a cada segundo, pero a la vez sabía que esas conjeturas no eran otra cosa que producto de su enfermedad.
Tal vez no era gastritis, como había creído desde hace variso días, todo parecía indicar que podría ser un cancer que ya había hecho metástasis, que a una llevadera gastritis, sus esperanzas estaba fijadas en lo que uno de sus clientes le había prometido y en lo poco que pudiera lograrle sacar a la rubiecita.
Mientras mordía el último buñuelo que le quedaba, la rubiecita y el cliente aparecieron de la nada. Jamás imaginó que esos dos personajes pudieran estar relacionados, pero de repentinamente, un extraño deja vú le reveló con claridad la historia detrás de esas manos entralazadas:
Un vividor que a punta de historias esotéricas, leyendas indígenas, ventas de unguentos, masajes chamánicos y ceremonias de sanación, engatuzaba a las damas de la alta sociedad capitalina y de paso conquistar a sus hijas para reivindicar su estatus de mantenido.
A medida que se acercaban, veía que la rubiecita traía algo que parecía una caja envuelta en una bolsa de papel.
Empezó a divagar sobre el contenido de la caja; sabía con certeza que no era ningún alucinógeno o barbitúrico porque el mundo de las drogas le causaba tanto a él como a sus compañeros de reunión una aversión increíble. Con conocimientos de causa podía afirmar que jamás le interesaría probar esas sustancias, se inclinó a pensar que podría ser el Smith and Wesson calibre 38 largo. Había estado buscando un revólver porque inexplicablemente de un tiempo para acá, tenía muchisimas ganas de aprender a disparar.
Cuando se encontraba en estas divagaciones, vió en cámara lenta como la caja que sostenía la rubiecita daba vueltas en el aire y...
cuando la tercera parte se publique acá se pondrá el linkito
hola
pase a aconocer el sitio y me gusto mucho
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